miércoles, 18 de noviembre de 2009

La cruda realidad

Seguro que en algún momento de nuestra vida como pescadores nos hemos encontrado con alguna de las situaciones ahora relatadas. Y es que por desgracia, esto suele ser la cruda realidad.

Llegamos a un espigón con la esperanza de capturar algunos calamares. La luna está perfecta, la marea es óptima y tenemos la suerte de que el mejor lugar está disponible porque hemos perdido de ganar unos euros haciendo unas horas extra, en favor de salir antes del curro y llegar al espigón.

El caso es que llevas tres horas allí de pié y la vejiga te pide un respiro. Te vas a uno de esos puntos muertos en los que aprovechas la oscuridad de la noche para desahogarte a gusto. Cuando vuelves al la zona de pesca, un niño gordito ha llegado con su bicicleta.
El niño despliega su combo de caña y carrete de 20 euros con sedal marca "el mejillón contento" y le ata una jibionera de las que regalan con el monofilamento.
Primer lance muy largo ... encima de una barca ... le da un tirón y la jibionera toca el agua ... deja la caña en el suelo para acercar un cubo y ... zas. Algo le engancha el señuelo. El chaval lucha como puede y dice que trae algo bueno. Es un calamar muy bueno.
Amablemente te ofreces a dejarle tu sacadera telescópica, pero el chaval dice que el los saca a plomo. Esbozas una sonrisa porque vas a contemplar como el sedal se va a romper bajo la tensión. El rapaz le manda un tirón y el calamar sale disparado contra una farola.
-Qué suerte has tenido. Enhorabuena.
Calamar al cubo y segundo lance. Casi no ha profundizado un palmo y algo agarra el señuelo. Caña arqueada ... casi tocando con la puntera en el talón ... cara de imbécil (la tuya) ... tirón y sepia enorme estampada contra los radios de la bicicleta. Te acercas para admirarla y los dos primeros chorretones de tinta te ponen las zapatillas de deporte hechas un asco. Y hoy ibas con tus Converse All Star edición limitada, made in Taiwán.
Total, que el chaval ha sacado media docena de piezas en media hora y mira una jibionera flotando junto al muro del espigón. Le lanza su señuelo para intentar cogerla, el señuelo se le engancha con los mejillones. Tú piensas: Toma por el culo. El chaval exclama: Ya viene. Empieza a subir la caña lentamente y al otro lado de la línea aparece una silueta aracniforme perteneciente a un centollo de esos que hace siglos que no aparecen por la ría.
Joder, que sólo le faltó que en una pata trajese una rama de laurel para cocerlo.

Lo más triste de esto, es que esto de la centolla ha ocurrido en un espigón de un pueblo marinero de A Coruña.

Al día siguiente agarras tu kayak y te vas a estrenar tu nuevo equipo de spinning. Comienzas pescando a jigging sobre una zona de rocas. A lo lejos divisas a un individuo sentado sobre una batea.
La sonda te marca que hay actividad y comienzas a mover el jig por las inmediaciones del lugar. Al poco rato una picada brutal te indica que la primera pieza ya está al otro extremo de la línea. Seguramente se trata de ... pero qué cojones ... El freno comienza a cantar y el trenzado sale a toda velocidad. Intentas frenar la bobina con la mano, pero el primer corte en los nudillos te invita a desistir de tal maniobra. Ya comienzas a mirar el fondo ... de la bobina. A penas quedan ... plin ... te acabas de quedar sin un jig de 30 euracos, más 50 del trenzado.
Miras hacia la batea y el tipo está levantando dos pedazo sargos con un aparejo de mierda con dos trozos de gusano que va a emplear para otro lance más.

Colocas la segunda bobina del carrete, esta vez con monofilamento del bueno. Atas otro jig y para abajo. Comienzas a recuperar y zas ... el jig se para en seco. Comienzas a tirar, pero no hay nada que hacer. Te acercas a la batea para tirar desde ella y ves como el tipo saca un besugo y otro sargo de tamaño importante. A ti se te queda la cara del primero (del besugo). Te presentas, te subes a la batea, comienzas a tirar con todas tus fuerzas y el monofilamento se rompe. Otros 30 euros al carajo. ¿Por qué no compraría unos más baratos para probar?
El individuo te pregunta:
¿No sabe usted que el último temporal ha hundido una batea en ese lugar?
Joooooooooder. Y me lo dice ahora (piensas)

Total, que es hora de atar un pez artificial y ponerse al curricán. Comienzas a palear y divisas a un viejecito con dos bobinas de hilo a ambos lados de su barca de madera.
Lo sobrepasas con tu flamante kayak de polietileno rotomoldeado y asistes a la captura de la primera lubina del día. El tipo está pescando con un pez artificial enorme, así que atas un señuelo con un acabado similar en talla y color.
Lo sobrepasas por un lado y por otro, en la ida y en la vuelta. El viejecito clava un pez y comienza a recuperar hilo con la mano. Te detienes a su altura y observas que es un pequeño ejemplar de lubina. Esperas para ver como echa la lubinita para dentro de la barca, pues este tipo de gente comete ilegalidades a diario.
Una vez desanzuelada el viejo la deposita con sumo cuidado en el agua y la libera. Te acercas atónito por lo que acabas de ver y le preguntas astutamente:
¿No daba la medida? Esas están muy ricas (a ver si pica)
No no daba. Además con lo que he capturado ya me llega.
Si. Ya le he visto sacar antes una lubina buena.
Ah, si. Esa era una pequeña.
????????
Antes cogí estos tres robalos. Y con un pez como ese que llevas.
El tipo levanta una chaqueta de plástico que tenía sobre el suelo y ...
(la mandíbula inferior se te acaba de descolgar ante tal panorama)
Vaya trío de robalos.
Piensas: Manda carallo con el viejo de los cojones, que lleva dos bobinas de hilo de 2 por 1, dos peces artificiales con los triples tan oxidados que si los metes en "cillit bang" (léase silit bang) se acaban de desintegrar y recuperando el hilo con la mano. Ojalá que un día pilles algo gordo y te ampute hasta los dedos de los pies.

Como ya comienzas a pensar como un maníaco decides poner fin a este episodio y te vas a casa. Enciendes la consola y te pones a jugar al pro evollution fisherman porque en caso que se te vaya a escapar una buena pieza, apagas la consola y por lo menos no te lleva la línea con los señuelos.

Y esto nos ocurre a lo largo y ancho de nuestra geografía. Nos gastamos unas cantidades enormes de dinero en alimentar nuestro arsenal de pesca, para que luego te llegue el primero de turno con el "equipo" más patata (que a veces ni eso) y te pongas los nervios de forma que quieras pisarle la tráquea contra el suelo.